Pleno empleo: muchas ventajas y un inconveniente
El pleno empleo se da cuando la población activa de un país, es decir, todas las personas que pueden y quieren trabajar, tienen un puesto remunerado, ya sea como empleadas o como autónomas. Es el caso de Suiza
El número de personas en paro es un dato fundamental para valorar la situación económica de un país. Tener un trabajo estable y justamente remunerado es clave para la estabilidad personal y familiar. El empleo es además un elemento integrador, pues procura el sentimiento de pertenencia del individuo a una comunidad, y el consecuente pago de impuestos constituye una contribución productiva a la economía nacional. Por todos estos motivos —claramente ventajas— los gobiernos suelen aspirar a conseguir el pleno empleo, aunque son pocos los países que lo logran. Suiza está entre ellos.
¿Qué es el pleno empleo?
El pleno empleo se da cuando, en el mercado de trabajo, la oferta y la demanda laboral coinciden, de manera que quien quiere trabajar encuentra un puesto remunerado.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que el pleno empleo es más teórico que real. Por un lado, siempre hay una parte de la población activa que por algún motivo (enfermedad, inadaptación, migración, falta de empleo acorde con su formación, etc.) no quiere o no puede incorporarse a un puesto de trabajo; y por otro está la propia dinámica del mercado laboral: hay un flujo constante de personas que cambian de empleo y pasan un tiempo sin trabajo entre que dejan el antiguo y se incorporan al nuevo. Es lo que se conoce como desempleo friccional. En cualquier caso, se considera que un país ha alcanzado pleno empleo cuando el porcentaje de población desempleada se sitúa por debajo del 5%, o el mínimo nivel posible antes de que la inflación se vea afectada.
El inconveniente del pleno empleo
En la gráfica del índice de precios al consumo de la Oficina Federal de Estadística, se puede observar que de diciembre 2022 a enero de 2023 los precios han sufrido un aumento considerable, aunque en realidad el incremento de precios se viene dando de manera sostenida desde abril de 2021 y se dispara a partir de febrero de 2022, coincidiendo con la invasión rusa de Ucrania. Esa subida súbita es lo que se denomina inflación: el aumento general de los precios de un mercado durante un periodo determinado. Puede darse por varios motivos, entre ellos, el pleno empleo.
Un mercado laboral en equilibrio provoca un aumento general de los salarios, pues las empresas deben pagar más para atraer y retener empleados. Cuando todo el mundo tiene un empleo y un buen salario, es de esperar que el consumo crezca y la demanda aumente, pero si no aumenta también la oferta, los precios suben.
Los salarios altos, unidos al incremento de precios de las materias primas como consecuencia de la guerra en Ucrania, provoca que las empresas aumenten a su vez los precios de sus productos para mantener su margen de beneficio, lo que impacta directamente en la inflación.
Una inflación elevada puede tener efectos muy negativos tanto para las personas como para las empresas. Para las personas porque si los precios suben más que los salarios, pierden poder adquisitivo, es decir: con el mismo dinero, pueden comprar menos porque los productos son más caros. Para las empresas porque el incremento de precios de sus productos puede derivar, entre otras cosas, en un descenso de las ventas, y la incertidumbre podría provocar un estancamiento tanto de la inversión empresarial como de la fluidez del mercado.
A nivel internacional, además, cabe la posibilidad de que una inflación alta asuste a los inversionistas extranjeros y dejen de invertir en un mercado que no les genera confianza.
Regular la inflación
El gran perjudicado de un aumento de la inflación es siempre el consumidor, y sin él, el mercado no puede funcionar. Por eso, ante un aumento brusco de la inflación, es necesario tomar medidas para regularla.
Por una parte, el banco central puede subir los tipos de interés para encarecer el dinero y frenar el consumo, lo que contribuiría a controlar la inflación a través del descenso de la demanda, pues al ser más difícil acceder a un crédito, la gente tiende a consumir menos y a la vez se reduce el dinero en circulación. Por otra parte, el Estado puede intervenir con diversas políticas fiscales como por ejemplo aumentar los impuestos y reducir el gasto público –o lo que es lo mismo, que la administración acumule dinero y no se lo gaste–, con el propósito de disminuir el flujo económico. Con menos dinero en circulación, es esperable que el consumo y la inversión se frenen, se reduzca la demanda y los precios bajen.
Según la página web Trading Economics, la tasa de inflación en Suiza a día de hoy es del 3,3%, mientras el crecimiento salarial se sitúa en un 1,1% (dato de septiembre de 2022). Este aumento de la inflación respecto a los sueldos supone un incremento significativo del coste de la vida en el país.
En lo que concierne al ámbito laboral, el envejecimiento de la población y los cambios en el modo de vida derivados de la pandemia de CoViD están transformando enormemente el concepto de trabajo. Según los datos del SECO, la tasa de desempleo en Suiza cerró 2022 con un 2,1%. Aun así, quedaron más de 120.000 puestos sin cubrir*, lo que implica un nuevo frente: la necesidad de personal puede convertirse en un gran reto laboral, económico y demográfico.
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